31.3.13

Los ojos vendados



Los
                ojos vendados,
En la garganta me han
crecido toda clase de
                                               zarzas,
no hay
espíritu guerrero solo
                rendición.

Una duna,
                entre todos mis espejismos
una duna.
                Y no encuentro las llaves, ni
la dirección, no entiendo
lo escrito en mi mano,
el giro es brusco y
no siento nada. Tan solo
salen las palabras.

Y hay una duna.
                               Y una duda. Y un ciclón.
Y todo revolotea como mariposas
                frenéticas
en su agonía.
Y los rayos del sol se cierran
sobre mis muñecas.
                               Las horas caen
como azulejos de pared.
Y los caminos serpentean,
se retuercen,
se
enmarañan, y me apartan
y te alejan.
                               Siento la arremetida de las olas
cuando tu piel roza el agua
y las espinas de tus labios
se clavan y se clavan.
                                                               Y cruje la madera,
se resquebraja la piedra,
                no
                no
                                               sé responder
a tu pregunta. No veo
en la oscuridad.  Tan solo
me dejo llevar por
                                               la brisa.

Y cuando llega el silencio
nadie acude,
                               ruge este mediodía
con pocas luces.
Y se acaba el café, nos rodea el asfalto.
Los rostros demacrados de algo
que ayer parecía distinto
                                               hoy
ya no.
Como si supiéramos
de antemano que promesas
no van a ser cumplidas,
desbaratando nuestros propios sueños
tirando del hilo.
Solo busco
                gasolina,
gasolina y algo que prenda
una cerilla.
Y solo busco
ese territorio de nadie para estar tranquilo.
Más teclas de piano como teclas
de máquina de escribir.
Un lugar
                siempre medio nublado
lleno de pájaros de lluvia
haciendo sus nidos
sobre las cabezas.
Miradas de soslayo
de los botones de tu camisa que no se abrochan
a la vuelta de color
y tiempo
que da este volantazo.
Y me arranco la máscara y descubro la ceniza
el calor de lámpara
de araña llena de patas y de ojos,
de tela de cristal, de
rabia infinita.
Trescientos tigres sedientos, un
latido                                                   inconcluso,
un poema
de estos que se caen al suelo
y el suelo tiembla,
una gota
de agua,              de agua fría (de tequila), de lo que sea.
Y ya tan solo
y como siempre
tan insólito
el habitual vendaval de hojas secas que me lleva
y me traslada, con la boca abierta de silencio
y la pregunta sin respuesta,
el monedero sin monedas,
mi dirección sin calle.
                              
                                                              
                               Y ya tan solo
y como siempre, el cotidiano punto que marca el fin.

24.3.13

Eres arritmia.



El amanecer es
                               una guadaña.
Eres arritmia.
Se consolidan las imágenes.
Mis recuerdos tiemblan como humo.
No me quiero despegar
                               de esta tela de araña.
No quiero centrar
el pensamiento salir
de mi escondite.
Y la misma voz
                               voz cristal, seda, hierro, lámina, espada, herida, rota, fugaz.
Acaricia los huesos
con una lengua helada, destruyendo los segundos, llevándose
energía.
Y cuando no hay nada más y todo esta oscuro
solo
un
sentido.
Una certeza.

Y

el amanecer es
                               una guadaña.
Eres arritmia.
Hay un murmullo atronador,
me abandonan  hasta los camaleones.
Labios de
chinchetas
intentan besarme, no hay espacio
para echar a correr,
igual siempre es tarde.
Y se salen con la suya las manos y el carmín,
el carbón susurra,
no es por agobiarte
pero es primavera en todas partes salvo en mi jardín.
Que está todo marchito
como los ojos sin vista,
como los papelitos llenos de palabras
que no han visto la luz.
Si no hay mil torbellinos
                               no hay ninguno.

Y cuando la tierra queda limpia y plana,
compacta…
cuando el eco se acalla, el mar no insiste,
las nubes pasan…
cuando el tren llega y sale, el claxon golpea,
suena el despertador…
cuando ya pasan de las doce, el café humea,
nadie habla…

Entonces
               
El amanecer es
                               una guadaña.
Eres arritmia.

23.3.13

Un trago, un estrago, una luz.




Me traes
océanos de aire
pero me sigo ahogando.
Con la sonrisa dibujada
en acuarela,
los cactus no saben besar
como besa este clima frío.
Dejo
la responsabilidad en el cajón
de los calcetines sin pareja
y me deslizo dentro
de los tanques de tiburones
                               hambrientos,

siendo cebo vivo
para cualquiera.

Se me borraron
                las líneas de tinta azul que escribí en mis manos
para saber qué hacer
en caso de incendio.

Hemos caído en las ollas de agua hirviendo
nos da sabor
esta infusión nueva,
esta confusión nueva.

Y el dolor es momentáneo igual que el ruido,
nos acecha la oscuridad,
formas
complejas como sauces,
quiero este despertar nublado
más
que cualquier sol viejo.
Nos pillan las horas,
nos cosen con hilo.        
Eres un trabalenguas o
una adivinanza de esas que no se adivinan.

No me llegan los poemas,
y aun así aquí sigo, vivo de milagro.
La angustia que tira de mí
me bloquea,
tras los oasis me queman las alas.
No me dejas
terminar de congelarme.
Quizá el reloj no grite
y por fin duerma.

Me destapan estos instantes
que centellean,
volamos en círculo no hay
precipicios fáciles, abismos
poco profundos.
Evitamos las rocas como agujas
por los pelos,
ronroneo, existo, me hago
humo y lucho si he de luchar.
Me atenaza el dolor
de cabeza y la constante
sensación de que el mundo
no nos deja ser.
Pájaros de fuego anidan
en las almohadas, la dinamita
de los labios de otros,
la complicidad de los heridos.

Hay algo de juego mágico en esta
batalla de naipes, torres
y alfiles persiguiéndome por cada tablero,
bombas nucleares que saben a ti.
Escribo como escribe el que respira,
como el que escapa
de una habitación sin puertas
ni ventanas.
Te escribo por casualidad, nos escribo
sin querer, les escribo
porque ahí están.

Mientras me pierdo
Pandora abre las cajas
y el movimiento sísmico
me alcanza los pies. Nos
enredamos como se enreda la hiedra
con el ladrillo.

                               Abriendo en canal los días que nunca
                               nos pusieron las cosas
                               fáciles.

22.3.13

Le he dado mil vueltas a este despertar.



Me desintegra a veces
esta falta de gasolina. Esta
resistencia pacífica de tu sonrisa,
las manos que agarran mis tobillos
para hacerme tropezar.
He perdido algo que no sé qué es
en esta escalera resbaladiza.
He aprendido que
no hay que poner nombre, no
hacer hervir el perfume.  Han tenido
que pasar tantos trenes y tantos
camiones por puertos de montaña.
Me he lanzado de cabeza al foso
de los leones. He rugido
en voz baja, la noche nos ha tapado
por completo ocultándonos
los secretos, hemos manejado
la presión del aire contra el pecho,

no vislumbro aún, no conozco, no entiendo, no me explico,
no pienso, no comparto, no cedo, no revelo, no me duermo.

Y suena el despertador
me incorporo medio
derrumbado. Hay realidad por los cuatro costados,
en cada coordenada.
Muerdo el aire a bocanadas, solo así sé,
chapurreo estas líneas,
no sigo el compás, tiemblo si me dices....

Hay grandes dosis de inactividad y un
mensaje nada claro, pirámides invertidas,
volcanes furiosos, y una tormenta que nunca
supe de donde procede.
Me acompaña la música que han retenido
las paredes.
Las palabras de las bocas expendedoras,
los monederos llenos de botones pequeñitos,
medusas, medusas que flotan por aquí
cuando cierro los ojos.
Hay demonios susurrando a las cabezas,
ángeles sin alas, y vidrieras
que son rostros con historias
grabadas en los párpados.

Y mientras nos disipamos
me lanzas una bola de lana azul marino
para que juegue
y te dé tiempo a esconderte.
Me lanzo a la luz,
me sumo a la estampida.

Cayendo un poco a cada segundo,
nos deshacemos, sí,
nos deshacemos.

20.3.13

El viento no acaricia.



Se desalojan las bocas
de palabras. Y cuando se vierten
las órdenes sonrío.
Hay un gato escondido y una
luciérnaga detrás de
cada uno de tus ojos. Lo sabe la
tela, el fuego y no
terminan nunca estas
cacerías por los desiertos.
Marzo es un continuo aguacero y
respiro como respiraba ayer.
Hay un soneto a medio
descongelar, una hoguera en
cada una de tus playas y el
constante temor
a abrir los ojos y que
no haya nada tras las cortinas. Sabe
el tigre lo mismo que el león, esta
alfombra se rompe la espalda y yo
me quedaría
tendido sobre el cristal
más de un milenio.
Escondería la llave de las cadenas en
un sitio fácil de memorizar.
Por mí
que el mundo se llene
de malas hierbas, que
haya silencio. No hay
remedio, ni antídoto, se
crearon las puertas
para estar dentro
o para estar fuera.
Lee en voz baja que
no sé qué día  será
mañana.
El sueño se apodera de mí
como si me atraparan
las ramas
de árboles vivos.
No son justas las miradas,
ni las frases, ni
las pinturas. No es
justo nada.
Los pájaros me arrinconan me
abren el pecho y
está casi vacío,
tan solo algodón y algo
como la llama
de una vela
amenazada por un huracán.