23.4.10

Violeta olvido

Cinco segundos. Cuatro segundos. Tres segundos. Dos segundos. Un segundo… Abro los ojos y las escobas y sus brujas, los camiones y su pitido al echar marcha atrás, el correo y su impuntualidad se han ido volando. No sé si cerca o lejos, pero por aquí no están. Abro los ojos y me encuentro tan viejo como ayer, tan poco resguardado en medio de esta jauría de fieras hambrientas, con las mismas ganas de morder tu corazón y tragar agua, tragar salamandras y habichuelas mágicas, tragar saliva y aguantar.

Aguantar con el ejército de tréboles de la mala suerte que se pegan a mi piel como parches de nicotina y segregan caos y mala fortuna por mi riego sanguíneo. Aguantar los litros y litros de mortal aburrimiento que caen encima de mí cuando no revolotean tus palabras por mi paladar. Aguantar esta tormenta de temblores en las piernas y de miedo, de nervios que me abrazan y no me sueltan, de miradas de hienas y tiburones martillo. Aguantar este granizo que sale de tus ojos, este nuevo día sin nada especial, sin ningún símbolo ni plan b. Aguantar este dolor de cabeza que me decapita, este juego de azar predestinado. Aguantar esta soledad parecida a la fina capa de agua que dejan las olas en la arena después de romper.

Rompo el compás de este estado de coma sin ritmo, este jarrón de porcelana que soñaba con romperse. Rompo mi cerebro buscando la manera perfecta de perderme sin ser visto, de agujerear a balazos mi alma si no quiere lo que yo quiero. Rompo tu caparazón pero sigue habiendo más y más hierro por fundir, más laberintos, más desiertos, más arenas movedizas y tan escurridizas como las hadas de alas negras que se escapan si las ves.

Veo los trazos de tus suspiros y me convierto en caracol, me como tus malos pensamientos, salto al infinito y me quedo en números rojos. Veo el contorno de todos mis errores y su horrible perfil psicológico, veo el mundo desvanecerse entre humo y fuego. Veo las prisas con las que haces que mi vida pase más despacio. Veo las pocas ganas de tragarme las volutas de sonrisa que expiras para no toser, para no caer y no poder volver a levantarme, para no sentir que ya nunca más volveré a ser el mismo. Veo transcurrir la trama y en realidad no pasa mucho, tan sólo la muerte de un fénix, la caída de un ángel, la pérdida de ideas de un ángulo de noventa grados. Veo como se mece el tiempo cuando no tiene compromisos y decido marcharme sin avisar por los espacios en blanco de tu mundo color violeta olvido. Veo salir corriendo a las corrientes de aire y esconderse en tus pulmones y yo las sigo pero me pierdo, y grito pidiendo auxilio pero tus glóbulos rojos sólo se ríen. Veo y odio a todas esas palomas blancas que me declaran la guerra cuando sólo quiero que me dejen en paz, sin ruido, sin bombardeos, sin prisas, sin calor humano.

Cinco segundos. Cuatro segundos. Tres segundos. Dos segundos. Un segundo… Abro los ojos y los barcos revientan y sus mástiles caen, y sus remos no aciertan a dar en la espalda al oleaje. Abro los ojos y mi autoestima cae en picado si los rayos del sol no me tocan, si tú me borras con tu goma de borrar de tu mente, si al levantarme prefiero quedarme sin puntos de apoyo en vez de enfrentarme a todos esos leones y delfines que abriéndose paso entre mis venas me devoran. Abro los ojos y los puentes se derrumban y el gato negro y rojo de tus pupilas maúlla y yo me convierto en Luna y me desplazo de tu ombligo a tu cuello y me parto en mil pedazos si sonríes. Abro los ojos y me convierto en piedra, me convierto en la sombra de un fantasma, en mil liebres que suben por tus piernas, tan lentamente que las hojas de diez otoños caen y aún así no avanzan nada. Abro los ojos, y veo mis labios llenos de llagas de arrastrarme por el suelo, de besar el aire que te roza y la escarcha que produces. Abro los ojos y sólo quiero cerrarlo para no ver al dolor tenderme la mano, a la envidia trepar por mi columna y a tu recuerdo roerme los huesos.

18.4.10

Azul celeste

Demasiado tarde para ir a cualquier parte o quedarse en el sitio. Demasiado tarde para coger ese tren loco de remate, para librarme de ti de una vez por todas. Demasiado tarde para mirar en el espejo las pocas ganas que me quedan de correr y de luchar, de nadar en las fragancias de la desesperación, de sumergirme en la incansable velocidad en la que el tiempo transcurre. Demasiado tarde para no parecer un búho con ojeras, una urraca en prisión, un triste día de verano sin nubes en el cielo.

Demasiadas veces nadie contesta al otro lado del teléfono. Demasiadas veces grito de rabia a las paredes de mi habitación. Demasiadas veces miro tus fotos y se me viene el mundo encima, me aplasta y me rompe los huesos. Demasiadas veces pienso que la vida es una hiena que se ríe de mí, un buitre que no espera a que no me levante para arrancarme la carne y los huesos, un trampolín de una piscina sin agua, un veneno que te mata a los ochenta años de ingerirlo.

Demasiado mortal es el olvido y el estrés. Demasiado mortales son los vicios que me consumen , que me agarran como los espíritus de los ríos del Hades intentan agarrar a los vivos. Demasiado mortal es la tensión que bebe mi corazón y mi cerebro. Demasiado mortal es este camino que ande lo que ande siempre me lleva al mismo punto de partida. Demasiado mortal es respirar tu presencia y tu ausencia, tu piel y tu locura, el brillo de tu sonrisa y el brillo de tus lágrimas.

Demasiado peligroso es querer vivir en las nubes hoy en día. Demasiado peligroso es no conformarse con sólo cuatro estaciones, con vivir feliz o infeliz, con verte partir sin intentar impedirlo. Demasiado peligroso es pensar en que tus labios guardan secretos y silencio.

Demasiado raro. Tan raro que sorprende no inmutarse por el cambio. Tan raro que pasa desapercibido en este volcán de agua dulce. Raro como las flores de tu espalda, como esa bola de cristal que informa del futuro sólo si prometes creerte lo que te diga. Tan raro como querer que me rompas los ojos de una mirada directa y clara. Raro como este azul celeste a punto de estallar y dejarlo todo perdido de lamentos, gritos y calor tropical.

17.4.10

ROJO MARTE.

De vuelta al Mundo a las tres de la mañana. De vuelta al mundo entre tinta digital, entre ruidos de coches y de cafeteras, entre muebles y cristal. De vuelta al mundo con lo puesto, ataviado de rituales africanos y confusas ceremonias en las que se adora a la lluvia, al sol, a vivir y a morir sin enterarse. De vuelta al mundo y tú no estás en él o eso me gusta pensar. De vuelta al mundo con ganas de cambiarlo, de girarlo ciento ochenta grados, de moldearlo con mis manos hasta hacerle adquirir la forma de un octógono, de una pirámide precolombina. De vuelta al mundo con ganas de morder.

Morder las redes que me lanzas y me atrapan, y no me dejan moverme ni gritar. Morder esa Luna que me alumbra pero que no alcanzo con la mano, morder tu boca y tus pupilas, morder el mordisco de un león y el trance de un chamán, morder los cables de la luz para iluminar mis ideas.

Mis ideas suicidas acerca de un altavoz mudo y un micrófono que languidece. Ideas y todas malas, incluso algunas peores. Ideas sobre un mar en calma y una carta que nunca llegó a su destino.

Mi destino varía con el transcurso de los segundos. Varía con tus miradas que me marcan, que me dejan sin poder respirar durante horas, que me fatigan, que me enfurecen y obsesionan.

Me obsesiona la facilidad que tiene la vida para no tener sentido, me obsesiona el poco sentido del humor de las aves y las naves espaciales. Me obsesiona el ruido, el hambre y la sed de conocimiento. Me obsesiona Europa y sus mil lugares con encanto. Me obsesiona Asia y su misterio mágico. Me obsesiona América y su orgullo inquebrantable. Me obsesiona Oceanía y su lejana fama. Me obsesiona África y su oscuro corazón. Me obsesionan los polos y sus continuas adivinanzas.

No adivino el tiempo, ni el transcurso, ni la iluminación, ni la contaminación acústica. No adivino tu sabor, mezcla de alcohol y tentación y algo más.

Me tienta lanzarme al vacío de tu garganta. Me tienta recorrer tus mejillas y anidar en tu regazo. Me tienta escalar por tus piernas y colonizar tu abdomen. Me tienta dar la vuelta al mundo en ochenta días y vivir para contarlo.

Cuento números. Cuento tus lunares y las veces que sonríes en un día. Cuento las cicatrices de mi cuerpo en continua expansión.

Se expanden las dudas por mi medula espinal. Se expande este líquido etílico de tristeza e inseguridad que al beber de un trago me aporta más kilocalorías. Se expande los enigmas por tu espalda y por tus labios. Se expanden mis pulmones a cada guiño.

Me guiña un ojo el sol, como si quisiera hacerme entender que la vida es una broma y que tus hombros son una ilusión. Me guiña un ojo el gato mientras duerme como si quisiera decirme que sus sueños son como los míos y que en ambos siempre muere gente.

Muere la Muerte y su séquito de tigres blancos, mueren las tumbas de pirita. Mueren mis ganas de morir si tú me prometes dormir tranquilos en Saturno. Muere el reloj cansado de dar la hora a un puñado de puñales y de armas de fuego.

Fuego en mis parpados antes de cerrarlos. Fuego en mi corazón que arde con cada pálpito. Fuego en mis cortinas y esta vez la culpa no es mía. Fuego en mi alma cada vez que juegas a enamorarte de cualquiera que te prometa un folio en blanco, una cierta seguridad que no existe, un balcón con vistas a un muro de ladrillo, un montón de ganas de no tener ganas.

Me muero de ganas de luchar contra esos guantes de boxeo rojos llenos de polvo y de esguinces. Me sacuden las ganas de gritar y gritar hasta arañar tu paladar y viceversa. Me muero de ganas de llegar a una conclusión, de desterrarte de mi piel, de olvidar el sabor del dolor en cada poro.

Olvido los pasos que he dado, todo lo que he dicho. Olvido lo que siempre quise olvidar y lo que no. Olvido la tabla de multiplicar, las capitales mundiales, y si bajan o suben los tipos de interés. Olvido a todos los que no querían verme ni en pintura. Olvido mis pinturas y me olvido de que olvidaba. Me olvido de vivir y me muero de la angustia. Olvido la muerte y sigo vivo. Olvido que olvido olvidar y vuelvo a pensar que no pienso más que en pensar pensamientos que no ha pensado nadie antes.

Nadie antes intento comprenderte. Nadie antes apostó al color rojo Marte. Nadie antes hizo trampas en este juego tan tramposo, en esta partida a punto de terminar con victoria para todos y derrota para ni uno solo. Nadie antes quiso terminar esto.

Esto termina. Esto termina aquí.

9.4.10

Gris plomo

Refugiémonos de ese final tan monótono, de este terremoto sin tiempo ni espacio, de estos puntos de sutura que no se apartan de mi ceja, en este gris plomo rodeado de soledad. Refugiémonos de esta tormenta de hormigón y yeso, de las mil y una noches de problemas ambientales que no nos dejan respirar. Tiremos este guión impuesto que no nos permite hablar a solas, de este ínfimo papel secundario, de estos focos que no enfocan nuestras bocas ni la salida de emergencia. Refugiémonos de cada segundo, de cada minuto, de cada hora que el sol nos asola con balas y con cartuchos de dinamita, con gritos de guerra y burocracia. Refugiémonos entre este montón de libros por escribir, entre esas frases por decir que o nos llevan al éxito o a la desgracia, al fondo de ese pozo oscuro o a la cima de ese rascacielos vestido de traje negro. Tiremos del timón de este barco de cascara de nuez que amenaza con frenar y dar la vuelta, con volcar y no decir una palabra. Soltemos de la mano al mundo, a los cuarenta grados a la sombra y al dolor de cabeza sin venir a cuento. Soltemos de la mano a estas gafas que nublan la vista y a estas cabezas de ganado que piensan contradicciones y tarareos de canciones pasadas de moda. Tiremos al fuego este papeleo que solo da problemas, este golpe de fortuna sin consecuencias devastadoras demasiado sospechosas. Dejemos atrás estos cambios de aire, esta estela de estrellas muertas, este jardín sin ti que no se deja querer ni criticar. Dejemos atrás esta carretera comarcal llena de marcas de moratones, estas venas por las que ya no pasa sangre, este extraño humor negro que ameniza los velatorios.

Caigamos en picado en tu cama, en tus sabanas de cristal y pimienta, en este exceso de sal que acompaña las tardes de domingo. Caigamos en picado en cualquier esquina que nos proteja de un viento en busca y captura. Caigamos en picado en algún lugar que nos aseguré que no estamos despiertos. Mírame y salgamos de esta obra teatral al aire libre encerrada en un baúl demasiado grande, mezclémonos con oleos azul aguamarina. Mezclémonos con aceite y vinagre, con algo que lime las asperezas y la gran ineptitud que nos fuerza a no afrontar nuestros miedos, a aferrarnos a algo inaudito, a algo prohibido, a algo que no es de fiar. Caigamos en picado y no nos levantemos si no estamos seguros de que podemos levantarnos sin esfuerzo. Perdamos a este juego de azar, a esta partida de damas sin fichas ni tablero. Bebámonos el tiempo con hielo, este vino que cambia de color. Bebámonos este fluido de ideas y reflejos, esta escala de color y notas musicales. Bebámonos todo, así a lo mejor me entran ganas de saltar a tu falda y de excavar en tu vestido. Matemos las horas. Volemos con los pájaros al sur en invierno, quitémonos el polvo de la piel, y el vaho de nuestro aliento. Ataquemos con tanques y piedras aquel montón de hojas que nos impiden el paso a algo mejor, a algo nuevo, a algo que no se apaga si soplas, a algo que nos cubre y nos protege. Fulmina mi mirada llenándola de tinta invisible, de fuego y de escarcha, de tempestad, de rabia e incomprensión. Vayamos sin prisa por este camino que arde y arde, por este volcán que nos mira de reojo.

2.4.10

Ininteligible.....!

Suerte de azul, claridad oportuna. Se rompe el alba en dos, rompo a llorar cada vez que una nube me enturbia, me duele el alma, te quiero a ti. Me duele el despertar cada vez que sonríes, cada vez que decides deslumbrar la pintura de mis oleos, cada vez que prefieres mil primaveras enteras antes que medio invierno a mi lado. Te quiero a ti antes que mil estacas en el corazón, antes que cien trozos de cristal en mi garganta, te quiero a ti antes que mil amaneceres sin ti, te quiero a ti antes que mil borracheras sin tu sabor a alcohol. Te quiero a ti antes que mil veranos sin tu frío en mi cuello como una serpiente dispuesta a morder. Demasiados rompecorazones en esta cita a ciegas con el destino, demasiados pájaros en este infierno de hielo y oscuridad como otro yo sin vistas al futuro, como tú sin ganas de llorar ni reír, como tú sin colmillos ni ganas de morder ni tragar saliva, como mil ciempiés, como ocho fragatas hundidas, como todos aquellos sueños que no se cumplieron a largo plazo, como tus labios llenos de veneno, como tu presencia sin ropa ni ganas de abrazar. Como tu cansancio sin ganas de nada, ni comida ni bebida, ni oro ni plata. Como tus guiños a la luna, como tu perfume lleno de estrellas, como tus ojos de fuegos artificiales sin ganas de explotar, como tus manos con ganas de perder a las cartas, como tu lengua dispuesta a avivar mi instinto, como tus manías. Tierra trágame. Tus ojos llenos de agua a punto de ahogarme, como tu espíritu arañando mis pulmones, como tú saliva cura mis heridas. Y aún así me sorprendo de tu talento para hacer desaparecer todo lo que creo que es justo. Llana espiral sin ganas de dormir. Otro lamento, otro gemido, otra fuente de vida aquí, en el Polo Norte. Otro rugido, otra zona sin resguardo, otro motivo para seguir vivo, otra oportunidad perdida entre varias posibilidades disfrazadas de cierta certeza. Un jeroglífico en tu pared, un salvoconducto en tu escote. Miradas maliciosas, un ruido sordo, un laberinto sin entrada ni salida, otros viejos problemas.

Sonríeme si quieres que sonría, sonríeme si quieres que viva siempre. Sonríeme…